Queridos
compañeros de camino,
tras
un duro y maravilloso proceso interior se aprenden muchísimas cosas,
a través de la experiencia de uno mismo.
Me
embarqué en un viaje hacia mi Ser hace mucho tiempo, como todos
vosotros, pues desde el momento en que nacemos y perdemos el recuerdo
de lo que somos, comienza nuestro viaje. Sin embargo, sólo empieza a
tener sentido cuando te das cuenta de que eres el capitán de tu
barco, de tu vida, y de que debes dejarte fluir con el viento, pues
sabe bien hacia dónde debes ir, te guía, te orienta, hasta que
aprendes a saber llevar tu velero cerrando los ojos y
sintiendo...sólo sintiendo...
Todos
nosotros estamos o hemos estado de alguna manera buscando a nuestro
complemento divino, a ese ser que llamamos de diversas formas, llama
gemela, flama divina, rayo gemelo, alma gemela, cada uno lo etiqueta
como más le resuena, pero todos nos referimos a lo mismo.
La
senda tampoco es fácil en lo que se refiere a este tema, doy fe de
ello.
El
motivo de este escrito es compartir humildemente mi experiencia y lo
que he aprendido de ella.
Al
principio, hace más de 20 años, creía que mi otra mitad no estaba
encarnada, pues sentía su presencia a mi lado, me acompañaba, me
guiaba, me cuidaba, me entregaba un amor infinito y elevado. Era
joven y no sabía lo que significaba que un ser elevado y etérico
estuviera a mi lado incondicionalmente, sólo entendía que le amaba
y que le añoraba.
Con
el tiempo las cosas cambiaron, y pronto comencé a saber que no sólo
era real ese ser que me cuidaba, sino que otras personas le podían
sentir y cualquier canal que lo sentía emanando su amor, lloraba de
la emoción y de la vibración que desprendía.
Sus
palabras de promesa siempre eran las mismas “estoy aquí y ahora,
encarnado, como tú, y te prometí que nos uniríamos, que
experientaríamos el amor juntos y que realizaríamos nuestra misión
de amor y de luz desde la fusión de nuestros seres hechos humanos”
Pero
nuestro ego es como es y se resiste a lo que no comprende, así que
no sentía esperanza, ni sentía alegría por esa promesa tan
maravillosa, sino que sentía pena porque tardaba en llegar, sentía
dolor porque me sentía sola sin su presencia física, sentía
abandono porque le imaginaba con otra persona viviendo en pareja,
sentía rabia porque no aparecía, y entonces sentía también
desesperanza, traición, tristeza, desconsuelo.
Así
que me tocó aprender a ir muriendo poco a poco a través de cada
sentimiento que mi ego fabricaba como resistencia a la verdad
espiritual que estaba viviendo.
Ese
era mi proceso, aprender a amar a mi otra mitad sin el
condicionamiento de su presencia física, sin buscarle, sin
esperarle, sólo sabiendo que había una promesa que iba más allá
de nuestras almas y de nuestras partes humanas. Sí, más allá de
nuestras almas, porque la promesa se había hecho desde nuestro
origen, del cual se desprendieron nuestras almas.
Durante
todo ese tiempo de proceso, él me fue enseñando y mostrando con
suma paciencia y amor, lo que somos, para qué hemos venido, cuál es
mi misión, cuál es la suya, cuál es la que hemos venido a realizar
juntos... Me mostró el camino hacia mi Ser, me ayudó a limpiar los
obstáculos que mi ego ponía, a sanar el dolor de otras vidas, de mi
linaje, me hizo conocer las maravillas de otras dimensiones, y me
abrazó fuerte, muy fuerte, con su energía y a través de un canal
que se prestaba a compartir ese regalo, su abrazo físico.
Pero
él no estaba conmigo para evitar mis aprendizajes más dolorosos,
aquellos que yo necesitaría para ir comprendiendo y sanando lo que
no era tan evidente, lo que no era capaz de ver en mí a simple
vista. Así que sólo podía aconsejarme, darme su amor y aliviar mi
sufrimiento con su comprensión y con sus explicaciones, increíbles
“palabras” llenas de su energía y su amor, llenas de sabiduría,
llenas de bondad.
Así
que, en mi afán de búsqueda y espera de su llegada como hombre
humano a mi vida, se me presentaron muchas pruebas.
A
través de esas pruebas aprendí tantas cosas... Una de ellas fue que
él, como energía etérica, podía usar canales para mostrarme su
amor y su existencia, sobre todo cuando yo estaba perdiendo la fe,
pero era realmente milagroso cómo lo hacía.
Recuerdo
que una vez, yendo en el metro, él me dijo “No te das cuenta”, y
yo le contesté “¿De qué no me doy cuenta?. Fue tan especial lo
que pasó después, él me contestó “No te das cuenta de que te
miro a través de las personas que te cruzas”... Entonces me di
cuenta de que el hombre que estaba sentado delante de mí, me miraba
con suma ternura, ahí estaba él, sus ojos en los ojos de aquel
hombre, sólo durante unos segundos, luego pude ver la verdadera
mirada de aquella persona, pero pude notar cómo la energía etérica
de mi llama gemela, se movía de diferentes maneras entre las
personas, entre las cosas, para darme confianza, para darme su amor,
para rociarme de regalos que no tienen precio, que no se pueden
describir.
Pero
no sabía hasta dónde podía llegar mi querido compañero para
ayudarme a comprender...a crecer...a conocerme, y a superar mis
propios bloqueos.
Hasta
que me topé con un hombre en mi vida que físicamente era muy
parecido a mi llama. Yo sabía cómo era él, pues en sueños me
había mostrado su aspecto de forma reitarada, durante años, y
porque había aprendido a verle en forma etérica con ese aspecto.
Todo
me indicaba que ese hombre era mi llama, sincronías, sueños, su
aspecto, su afición compartida conmigo, todo. Así que me dejé
llevar por mi ser y comencé a escribirle con la esperanza de que
algo en él despertara, con la esperanza de que su alma me
reconociera.
Fue
una fase de mi proceso que me llevó a sufrir muchísmo, pues mi ego
no comprendía por qué mi llama, ese ser que me amaba tanto en forma
etérica, no lograba reconocerme, se mostraba indiferente y apenas
contestaba mis mensajes canalizados de mi ser, mensajes llenos de
amor y de una energía que podía hacer sentir a cualquiera, pero a
él no parecía importarle mucho, se mostraba educado, amable.
En
efecto era una buena persona, no me cabe duda, un buen hombre al que
llegué a admirar mucho, pero también me enseñó mucho con su
indiferencia, me enseñó a darme cuenta de cuáles eran mis miedos,
mis inseguridades y con ello, me mostró mi gran capacidad de
superación, mi talento oculto, y me inspiró e impulsó a ser mejor,
a sanar, a crecer y a convertirme en la persona que soy ahora.
Cuando
todo ese proceso se cerró, pues yo lo quise así desde mi ser, una
vez aprendí la lección, me di cuenta de que mi amado etérico había
tenido mucho que ver en que yo creyera que ese hombre era él, que de
nuevo su energía se había depositado en otra persona para ayudarme
a crecer, a sentirme, a aprenderme, a sanarme y a superarme...
Este
tipo de aprendizaje suele ser muy duro, sin embargo, después de
entender y trascender, sólo queda amor y agradecimiento...
Si
explico todo esto es porque, entre todas las cosas que he aprendido,
ahora sé que no hay que buscar a nadie, no hay que esperar a nadie,
sólo hay que encontrarse con uno mismo, sólo tenemos que vernos,
mirarnos y amarnos con todo lo que somos, amar a nuestro ego, amar lo
que nos muestra de nosotros, amar los procesos, los aprendizajes, las
experiencias, y ver que el dolor es sólo la elección que hacemos
para asimilar lo que vamos integrando, pues nos solemos resistir a lo
que no entendemos y no conocemos. Así que sufrimos por nuestras
resistencias, o porque las heridas se abren y el desinfectante que
usamos escuece.
La
conclusión que yo he sacado de todo esto es que la fusión con mi
Ser era lo más importante en todo este proceso, que debía
completarme a mí misma conmigo misma, no con otra persona, u otra
alma, que mi llama gemela humana no es más que el concepto de una
versión completa de mí misma que está viviendo una vida como yo,
en otro ser humano como yo, y que su energía etérica me acompaña
para ayudarme y prepararme para estar junto a él en el momento
adecuado, ya que lo que importa no es que estemos juntos como seres
humanos enamorados, sino como seres humanos con su Ser integrado,
capaces de amar incondicionalmente, capaces de sentirse bien tanto
juntos, como separados el uno del otro, capaces de dejar de buscar
parejas para sentirse felices, capaces de comprender que no necesitan
nada porque su Ser les abastece de todo, pues son hijos de la Fuente
y ella nos provee de todo lo que necesitamos, capaces de Ser, de
sentir, de unirse por un bien que va más allá que su propio
bienestar.
Y
el regalo o el milagro que surge de todo eso es que se deja de
sufrir, porque triunfa el Ser, porque mueren los miedos, porque la
personalidad, el ego, quedan en segundo plano. Sólo así funciona
una relación divina.
Así
que doy las gracias a todo aquel que me ha mostrado en el reflejo de su alma y de su persona, aquello que no
sabía ver dentro de mí. Y doy las
gracias a mi compañero etérico, por estar por encima de mis ataques
de ego, y por amarme de esa manera tan incomprensible para una mente
humana...
Así
es el Ser...Ama con incondicionalidad, no necesita hallar, ni buscar,
porque ya Es, y no tiene la necesidad de ser con nadie, aunque sepa
que otro Ser llegará para unirse en misión con él, la misión de
crear, de despertar la creatividad de otros, de guiar a otros hacia
su propia fusión...
Ahora,
mi proceso es otro, ahora sé que la primavera llega por sí sola, no
hacen falta decretos para que llegue, no hacen falta esperas, ni
búsquedas incesantes, no hace falta que desee que la primavera me
vea y reconozca, no hace falta hacer nada para que llegue... Ella
llegará porque el proceso es así, y cuando lo haga, todo
florecerá... Sólo hay que dejar que llegue...
Tu
llama gemela es esa primavera que aún tiene que llegar y florecer,
no esperes, Sé, Vive, Ríe, Sueña y Encuéntrate...
Arael
y Araham